Aixi titula l’escrit el cronista oficial de la vila, Artur Cot, en el seu escrit al programa de Festa Major de 1956, evidentment per l’epoca està en castellà…
La Escuela de Latinidad de Mora de Ebro Respetuosamente a Dña. María Puig Vda. Piñol
Madoz es su tan célebre Diccionario Geográfico, escribe con relación al epígrafe “Mora de Ebro…” “una escuela de instrucción primaria, dotada con 4.266 rs. Vn. Anuales, concurrida por 200 alumnos, otra de latinidad con 15 concurrentes…” T. XI, año 1848.
De las dos escuelas citadas, la segunda es la que más llama nuestra atención, por el contraste que presenta con la primera, en cuanto a concurrentes se refiere. Como su nombre indica, la Escuela de Latinidad, tenía como fin primordial el de la enseñanza de esta lengua milenaria; que de la nación civilizadora por excelencia, pasó a manos de la (Iglesia Redentora), que la extendió por todo el Orbe, al ensalzar ecuménicamente al verdadero Dios.
La comarca de Mora de Ebro, e incluso esta población, ofreció, en lo pretérito, gran número de sus hijos a la Iglesia, tanto regulares como seculares, los cuales antes de ingresar en seminarios o noviciados aprendían la lengua universal en una escuela a ello consagrada, que es la mencionada por el Sr. Madoz.
Gracias a las inéditas memorias de D. Juan Bta. De Ciurana y Ossó (1786-1849), uno de los más esclarecidos hijos de Mora, conocemos un buen número de datos relacionados con este centro docente.
Escribe Ciurana: “los maestros que tuve de primeras letras se llamaban N. Bellver que tenía la escuela en la antigua casa de la villa…” (la tradición asegura que estaba situada en la calle del mismo nombre).
Continua escribiendo: “A la edad de seis años hizo mi padre que comenzase la gramática latina en el convento de S. Francisco bajo la dirección del P. Fr. Vicente Vizcarro, con el objeto de tener opción a un beneficio eclesiástico de Horta y no perder el derecho que a el tenía mi familia. Murió este padre y tomó a su cargo mi educación y la de otros niños el P. Fr. José Martí, cuya escuela, por habernos reunido un crecido número, estableció en una sala muy capaz de la torre del campanario del pueblo (construido a mediados del siglo XVIII bajo las normas del neoclásico, restaurado actualmente bajo las del románico. Caracterizado por sus notables dimensiones). También murió este maestro y la villa trató de poner uno que las enseñase, eligiendo a D. Juan Descarrega, que se hallaba en Corbera, con la gratificación de 10 rs. Los del pueblo y 12 los forasteros… y le dio el local de la capilla de San Roque…”
“Más vale quintaesencia que fárragos”. “Lo bueno, si breve, mejor” escribe Gracián; Ciurana en pocas líneas nos presenta la historia detallada de la escuela, desde 1792 a 1799, época que no dudamos en calificar de primitiva en la existencia del pedagógico centro.
No hemos despreciado la narración de la jornada escolar de los estudiantes, por lo detallada y extraña con relación a nuestra época, y asimismo por su fuerte sabor local.
“En verano íbamos a un barranco que hay en el convento y el pueblo (barranco comúnmente denominado de Faneca), y allí sentados sobre una piedra o tendidos en el suelo estudiábamos la lección hasta las siete que íbamos al convento a oír misa. Enseguida marchábamos a almorzar y a las ocho entrábamos a la escuela y permanecíamos hasta las once que salíamos para estudiar de nuevo. Comíamos a medio día y a las dos de la tarde volvíamos al aula permaneciendo en ella hasta las cinco a cuya hora íbamos a merendar, debiendo estar en el barranco a las seis para continuar nuestra tarea hasta mucho después de haberse puesto el sol”.
“En invierno también nos levantábamos a las cinco y reunidos cuatro o seis estudiantes de los forasteros o pobres en la casa de alguno del pueblo estudiábamos nuestra lección, y siguiendo el mismo método y distribución de horas que en verano, hacíamos la vela hasta las ocho de la noche.
La Escuela de Latinidad existe aun a mediados del siglo pasado, con una asistencia no despreciable, dirigida por nuestros seglares, pero bajo la tutela del clero parroquial, que por la abundancia podía dedicarse muy bien a fines pedagógicos. A finales del mismo siglo la escuela desaparece debido a la perfección de los estudios eclesiásticos, que desde un principio se realizaban ya en seminarios”.
A la tarea eficaz y activa de los franciscanos debe Mora de Ebro, el origen de esta escuela, hoy desaparecida; escuela que elevó el nivel intelectual de la población, tan alto, como el esfuerzo de sus hijos había levantado los niveles comerciales e industriales que la hicieron famosa.