L’any 1954, Artur Cot deixa constància d’una curiositat històrica que situa Móra d’Ebre en una òrbita mai pensada en els temps actuals.
El paso de Felipe II por Mora de Ebro
Transcurría el año 1585, cuando el Rey Felipe II emprendía un viaje hacia el reino de Aragón, con la finalidad de celebrar Cortes en Monzón y recorrer a la vez aquellas nobles regiones que formaban la gloriosa Confederación Catalana Aragonesa.
Gracias a la labor de uno de los miembros de la comitiva real, conservaos, detalladamente la relación de aquel viaje. Enrique Cock, notario apostólico y miembro de la guardia del cuerpo real, es quien en su obra “Anales del año ochenta y cinco; en el cual el Rey Católico de España Don Philipe con el Príncipe Philipe su hijo fue a Monçon a tener las Cortes del Reino de Aragón” nos transmite gran número de noticias acerca de aquel viaje, siendo su obra una fuente abundante y rica en datos para el estudio de las comarcas por las que pasara la real comitiva.
Desgraciadamente esta obra manuscrita permaneció casi abandonada, durante varios siglos en la Biblioteca Real de París junto con otros interesantísimos manuscritos españoles. Fue publicada finalmente en 1876 por orden real, por los Sres. Morel-Fatio y Rodríguez Vila con el título de “Relación del Viaje hecho por Felipe II en 1585 a Zaragoza, Barcelona y Valencia”.
Es de capital interés para nuestra historia, el fragmento de la obra que se refiere al paso del Monarca por nuestra tierra, fragmento que reproducimos y acerca del cual escribiremos algunos comentarios.
Durante los días 14 y 15 de diciembre de 1585, después de un viaje bastante accidentado el Rey descansó en Flix, mientras reparaban las barcas, ya que el viaje se realizaba aprovechando la vía fluvial, utilizada desde las más remotas edades y que tanta importancia tuvo durante las épocas romana y medieval.
Escribe Cock:
“El sábado a catorce y domingo a quince de Diciembre como había reposado, lunes a diez y seis volvió Su Majestad al camino para no perder tiempo y vino con buen tiempo a Ginestar donde estaba aposentado por la tarde. El Ilustrísimo Duque de Cardona, detenido por este tiempo en Mora con la Duquesa, hizo una grande salva al pasar Su Majestad, y tenía todas las cosas aparejadas para recibir al Rey, si por ventura quisiese venir a su castillo”.
“Es Mora una villa de trescientos vecinos en la ribera del Ebro, que los más son cristianos nuevos. El Duque está algunas veces allí por su recreación, porque es lugar vicioso: por la tarde envió a Su Majestad un riquísimo banquete, el cual fue recibido del con la cortesía que suele. En este banquete había todo, hasta el agua.
El día siguiente, martes a diez y siete, dexando Ginestar entró en Benifallet, donde tenía alojamiento con los suyos y allí quedó esta noche”.
De gran trascendencia histórica es este fragmento de la obra de Cock, él se anticipó con varios siglos a las descripciones que de nuestra localidad hicieron Miñano (1827) y Madoz (1849). A él debemos además unas noticias que realmente deben enorgullecer a los hijos de esta venturosa tierra.
Hay un detalle en la descripción del analista que nos llama poderosamente la atención, dice: “El Ilustrísimo Duque de Cardona… tenía todas las cosas aparejadas para recibir al Rey, si por ventura quisiera venir a su castillo”. Es de comprender, que tras las molestias que sufrió el Monarca –anciano ya y enfermo de gota- en la primera etapa del viaje fluvial, no tendría interés en pararse en el castillo de Mora, ya que su deseo era el llegar lo más pronto posible a Tortosa y desde allí continuar viaje hacia Valencia. Pero cabe destacar el gesto noble de los Señores temporales de Mora que rindieron, junto con sus súbditos, fiel homenaje de respeto y amor al más grande de los reyes de España, cuyo imperio se extendía por todos los ámbitos del Orbe y en el cual brillaban “estrellas nunca imaginadas por Tolomeo ni por Hiparlo”.
Por ley de contraste, las palabras de Cock “…si por ventura quisiera venir a su castillo” hacen desfilar por nuestra mente los magníficos cuadros del “Fin de la Gloria del Mundo” que pintara el gran colorista Valdés leal para la iglesia del hospital de la Caridad de Sevilla o aquella frase poética de Rodrigo Caro en el inicio de su poema “A las ruinas de Itálica”
Estos Fabio, ay dolor! Que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
Fueron un tiempo… “Castillo de Mora”